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¿Por qué se celebra el 20 de septiembre el Día del Caballo en Argentina?

Esta fecha, recuerda la llegada de "Mancha" y "Gato", dos caballos criollos argentinos, junto a Aimé Félix Tschiffely, a la ciudad de Nueva York en el año 1928, procedentes de Buenos Aires, recorriendo más de 21 mil km, conquistando el récord mundial de distancia, y poniendo en lo más alto a nivel mundial a la raza Criolla Argentina.

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Tschiffely, un joven profesor suizo que se había radicado en Buenos Aires, desarrolló una gran admiración por los caballos criollos y las costumbres camperas argentinas. Dicha pasión lo llevó a planear la odisea de unir Buenos Aires con Nueva York a lomos de caballos de raza criolla para demostrar su rusticidad y fortaleza. Luego de algunas investigaciones logra contactarse con Emilio Solanet, quien se convertiría en la pieza clave para que la hazaña pueda realizarse.

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Don Emilio era un joven veterinario de la zona rural de la provincia de Buenos Aires, que a principios de siglo se propuso rescatar la raza criolla, que ya en el centro de Argentina comenzaba a mestizarse sin control con otras razas. Para tal fin partía desde su establecimiento “El Cardal”, próximo a la localidad de Ayacucho, en largas travesías a la Patagonia para adquirir caballos criollos de las tropillas de los jefes indios, que mantuvieran intactas las características de la raza.

En uno de esos arreos provenientes del sur de Chubut llegan los dos caballos que Don Emilio regala a Tschiffely para realizar la aventura. Un overo rosado, de 15 años de edad, de nombre "Mancha" y un bayo gateado, de 16 años de nombre "Gato”.

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"Desde los primeros días advertí una real diferencia entre sus personalidades. Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase... Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder... Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas filosóficamente... Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias". Aimé Félix Tschiffely

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Partiendo de la Sociedad Rural de Buenos Aires, el 23 de abril de 1925 se inició una de las travesías más famosas del siglo. Por entonces no había caminos en varios tramos del recorrido, y cuando existían, no se caracterizaban por su buen estado. Tschiffeli tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.

Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la temperatura llega a -18°C.

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Más de tres años después de haber salido de Buenos Aires, Tschiffeli arribó a Nueva York el 20 de Septiembre de 1928 (3 años, 4 meses y 6 días). Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña.

Mancha y Gato llegaron de regreso a Buenos Aires por barco el 20 de diciembre de 1928. Aimé había prometido a sus compañeros de aventura un merecido retiro en los pastizales donde los conoció, murieron en 1947 y 1944 en la estancia “El Cardal”, donde descansan sus restos. Sus cueros se encuentran embalsamados en el Museo del Transporte de Lujan, provincia de Buenos Aires.

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Don Oscar Solanet, hijo de Emilio, vive hoy junto a su familia en los campos de “El cardal”, donde conserva con devoción la “Matera” (hoy un Mini-museo) donde Tschiffeli acostumbraba a pasar largas horas con los paisanos, en sus visitas al campo. Oscar nos cuenta emocionado que, varios años después de la travesía, en uno de sus viajes a Argentina, Aimé paso por la estancia a saludar a Don Emilio y observo que Gato y Mancha se encontraban pastando en un potrero cercano, entonces pidió a uno de los peones de la estancia que los llame por su nombre. El paisano accede y realiza el llamado a viva voz, pero ninguno de los caballos se inmuta… acto seguido Tschiffeli es el que realiza el llamado: --Gato.. Mancha!!- y entonces los dos viejos criollos elevan la cabeza, paran sus orejas y acuden a su encuentro... ¡sus amigos no la habían olvidado!

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Aimé Tschiffely, escribió un libro sobre la travesía, que todo amante de los caballos debería leer: “Gato y Mancha – La odisea de dos Caballitos Criollos”.

Luego siguió viajando, por la PatagoniaEspaña e Inglaterra, pero siempre volvió a la Argentina. Falleció en 1954 y sus restos fueron traídos desde Europa al cementerio de la Recoleta en la ciudad de Buenos Aires. Su último viaje lo realizó en 1998, cuando sus cenizas abandonaron el cementerio de Recoleta y fueron sepultadas junto a sus dos amigos en los campos de “El Cardal” en Ayacucho.-

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"Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho." Aimé Félix Tschiffely

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Por Luciano Marelli

Grupo CABALLOS ARGENTINOS

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